Por: Paloma Cuevas
Twitter: @PalomaCuevasR
El pecado es en su concepción
más básica la transgresión voluntaria y con conocimiento de causa de un
precepto bueno, ya para los griegos el vivir al margen de un código moral,
intelectual o tenido como meta ideal por una actitud errónea ya fuera de manera
consciente o inconsciente era considerado una hamartia, el concepto religioso que sobrevive hasta nuestros días
explica al pecado como un “delito de tipo moral” que transgrede los preceptos
religiosos.
A pesar de que todo pecado
tiene una connotación de tipo personal al ser un acto realizado en el ejercicio
del Libre Albedrío, y no como resultado de una acción de un grupo o una
comunidad, sin embargo el pecado de cada uno repercute en cierta medida en los demás,
ya sea porque los afecta o porque sienta un precedente conductual, sin embargo
algunos pecados muy específicos son considerados sociales, cuando se afecta la
justicia en las relaciones entre individuos y comunidades, cuando se
transgreden los derechos humanos, comenzando por el derecho a la vida, la
libertad, la dignidad y el honor del otro.
Algunos escritores religiosos
tales como Cipriano de Cartago, Juan Casiano y Columbano de Luxeuil enumeraban
ocho pecados capitales, el número siete fue dado por el Papa Gregorio Magno y
fue mantenido por la mayoría de los Teólogos de la edad media. Como ejemplo
Evagrio Póntico escribió sobre los ocho
vicios malvados que fueron divididos en dos categorías:
1.
Los
vicios concupiscibles o deseos de posesión: gula y ebriedad, avaricia, lujuria
y vanagloria.
2.
Los
vicios irascibles que son carencias y frustraciones: ira, tristeza, pereza y
orgullo.
Posteriormente Juan Casiano y
Columbano de Lexeuil se encargaron de actualizar esta lista siempre respetando
8 pecados, hasta que en el siglo VI el papa romano Gregorio Magno confeccionó
una lista propia y definitoria reduciendo estos vicios a siete considerando a
la tristeza una forma de pereza y quedando entonces hasta la actualidad la
lista de la siguiente manera: lujuria, pereza, gula, ira, envidia, avaricia, y
orgullo, los cuales fueron utilizados por Dante Alighieri en “El Purgatorio” la
segunda parte de “La Divina Comedia”.
Con esta temática, actualizada de un modo divertido y
enfocada a la feminidad se llevó a cabo el viernes 14 de agosto la inauguración
de la exposición 7Pk2 del Maestro Roberto Medina, quien nos da el placer de
admirar 8 de sus obras creadas exprofeso para esta exposición, las cuales
llevaron un trabajo de más de un año, para dar como resultado cuadros de gran
formato en los que se aprecia la maestría de este artista plástico proveniente
del Distrito Federal y con una especialidad cursada en la Escuela Nacional de
Artes Plásticas de la Universidad Nacional Autónoma de México que en perfecto
dominio de su arte (pintor, escultor, diseñador, dibujante, fotógrafo y
arquitecto), llega hasta nosotros a partir de este viernes 14 de agosto a
través de la Dirección General de Patrimonio y Servicios Culturales, contando
con la presencia de autoridades en la cultura de nuestro estado tales como la
Mtra. Ivett Tinoco Secretaria de Difusión Cultural de la Universidad Autónoma
del Estado de México e Irma Patricia Aguilar Directora del Museo de Arte
Moderno del Estado de México.
Más allá de los cuerpos
perfectos de esas mujeres semi-desnudas que representan la perfección de
nuestra educación reprimida por lo que “debe ser”, la apreciación de nuestra
naturaleza predispuesta al pecado y la equivocación, la posibilidad de apreciar
obras de gran calidad y darles el valor que tienen de la mano de un creador tan
polifacético, teniendo la oportunidad de reflexionar en el empoderamiento al
que la mujer tiene derecho en un estado que acaba de implementar la solicitud
de la alerta de género en once de sus municipios.
Medina comparte con nosotros su esencia misma, su ambigua creencia en Dios,
en un orden natural y en la divinidad del alma, así como en vidas anteriores y
en la evolución del Ser. Ese Roberto Medina que cree en la espiritualidad, en
el poder de los encuentros esenciales y en el amor por sobre todas las cosas,
como un prodigio. Al mismo tiempo su negativa de creer en la
institucionalización de la fe, como ordenadora del pensamiento o las emociones.
Ese hombre que cree que la corporación llamada “iglesia” puede ser falible y corrompible
por su esencia humana. En resumen Roberto Medina es un artista, pero es también
un hombre que cree en la fe, pero que no confía en los intermediarios.
Ante
lo maravillosa y excitante que es la
libertad, la posibilidad de analizar y concluir que los pecados capitales no son más que
comportamientos que todos tenemos, sólo que llevados a un extremo. Tal vez si
en lugar de juzgar nos dedicáramos a vivir con pasión encontraríamos la manera
de catalizar nuestros pecados en motivadores para tratar de ser mejores seres
humanos: Disfrutar de nuestra pereza hasta el cansancio y reponer las energías
que nos roba la vida acelerada y sin pausas que llevamos, disfrutar de nuestra
lujuria y deseo y hacer sentir a ese ser especial alguien realmente importante,
usar la envidia en lugar de para criticar al pobrecito prójimo para obligarnos
a ser mejores, disfrutar de nuestra gula y apetito para agradecer la comida que
tenemos en la mesa y valorar la oportunidad de compartirla con aquellos que
amamos, utilizar nuestra soberbia en dosis limitadas para esos momentos en que
nuestra auto-estima nos juega malas pasadas, guardar un poco de ira para actuar
cada vez que el temor nos paralice, hacer uso de la avaricia para saber
atesorar los buenos momentos y ahorrar un poquito con lo complicado que están
los tiempos y por último saber que la culpa es de quien la padece… y es nuestra
decisión o no ir pidiendo perdón por ser quienes somos.
Mi
recomendación asistan a la exposición que estará abierta al público hasta el
próximo 25 de octubre y disfruten de ser quienes son, después de todo sólo hay
una vida.