Perdida Gillian Flynn


Hace 40 años Borges hablaba de lo difícil que lo tenía el género de suspenso y policíaco para ofrecer a sus lectores algo que constituyera un desafío a la imaginación. Lectores entrenados en la suspicacia, que dudan de todo y leen con incredulidad. Lectores a los que no resulta fácil sorprender.

Gracias a las series televisivas, estas fórmulas narrativas han gozado un nuevo "boom" y la advertencia resulta más actual que nunca. ¿A cuántos de nosotros, entusiastas seguidores de "Dexter", nos aburrieron con el patrón: "serial killer" atormentado por su oscuro pasajero que –¡sacrebleu, lo mismo en cada nueva entrega!– cree encontrar un alma capaz de aceptarlo y acompañarlo en su viaje de justicia asesina, hasta que el colega revela su propia oscuridad obligando a Dexter a matarlo? O, salvo en el tedio sabatino, ¿cuántos capítulos de "CSI" o "Criminal Minds" es uno capaz de seguir?, sin comenzar a sentirse aletargado por el esquema: cadáver / pruebas (¡siempre el ADN!) / laboratorio (muchas luces y aparatos centrifugando una probeta) / sospechoso1 / sospechoso2 / descartados todos / vuelta al sospechoso.

Cada vez es más difícil encontrar un "thriller" que represente algún reto. Como aficionados al género, no debemos pasar de largo –ni dejar de exigir– que hablamos, en esencia, de un género intelectual; un juego de inteligencia entre un autor capaz de tramar un firme laberinto y un lector que, en efecto, leerá con malicia pues, en el caso del suspenso, todos somos Auguste Dupin.

Recientemente leí "Perdida (Gone Girl)" de la norteamericana Gillian Flynn y fue delicioso sentir ese inevitable estremecimiento que nos recorre cuando comenzamos a leer una historia de suspenso que promete. Es, literalmente, un "shot" de adrenalina mental; una especie de droga lectora que te hace querer saber más y más, sumergirte en la intriga, averiguar, anticiparte porque –insisto– todos queremos ser el detective que desentraña el misterio por obra de su inteligencia. En honor a ello, no dejemos entrar aquí al infame "spoiler".

Digamos simplemente lo que el título mismo revela: hay una chica perdida, secuestrada, posiblemente asesinada y Flinn alterna la voz de los dos personajes principales –la chica y su marido– para conducirnos, desde la desesperada mirada de cada uno, por su relación. En esto radica buena parte de su atractivo: "Perdida" es una historia de amor sin decorados, más bien ácida, cuyo misterio se sostiene en lo cotidiano: su "chiffhanger" está logrado a través de la astucia, nada de violencia, ni ataques sexuales ni mayor efusión de sangre.

Pocos "best sellers" merecen la categoría y muchos terminan decepcionando a sus lectores. "Perdida" es una notable excepción. Sus 2 millones de ejemplares vendidos se deben al talento con que Gillian Flynn activa nuestra competencia para descifrar el misterio que nos propone. Por demás agradecible es encontrar una creación de la mente que ve en la habilidad de sus lectores un reto a vencer y no una convención asumida a la que ajustar una víctima, un sospechoso, y un rastro de sangre.



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